Por el artista y pintor Josué Sánchez Cerrón: le dedica un homenaje al pintor internacional Guillermo Guzmán Manzaneda
Un pintor caminante: G. Guzmán Manzaneda
Ay dos clases de artistas: Los que van al fondo las cosas y los que embroman con las apariencias; los que se atormentan buscando la verdad, comprendiendo que son parte de una sociedad y los que evaden su realidad en partos fáciles y rápidos; los que se expresan en su propio lenguaje y los que recuerdan lo ajeno. En el camino de los primeros, hallarnos a nuestro pintor Guillermo Guzmán Manzaneda. Recurriendo hasta el último rincón del valle, unas veces lo vernos pintando en Huamancaca al pie de un guindo enredado de tumbos, otras veces tomando asua en Huayucachi; en Tinyari y Pucará, recolectando piezas antiguas de cerámica, puertas, rejas, para incrementar su casa museo; nos dice “para ser coleccionista hay que tener mucha plata, he conseguido una botija antigua en San Jerónimo, otra en Orcotuna, otra en Chongos, también una piedra de molino en Sapallanga… cómo comprar, como traer… “Captin chivato manan captin cabrito” (si hay bien, si no hay también). Su afán andariego lo ha llevado a muchos percances; cierta vez, cuando estaba tomando apuntes de acuarela, casi es mordido por un perro, presto cogió su sombrero y lo espantó; el perro se fue, pero llevándose un pedazo de su sombrero; desde entonces lo vemos caminar con su sombrero negro al que le falta un pedazo la falda. En otra ocasión fue corrido a pedradas por una señora que se asustó al ver una gran figura con bigotes. creyéndolo un pishtaco, se disculpó reconocer, que era nuestro tarish pintor. De niño gustaba de los colores y dibujaba en el suelo, ahora con el mismo entusiasmo vive y plasma nuestra sierra con sabor a huajay cholo; suele decir: “con arte no se engaña, no se hace arribismo”, luego agrega: “me decían que busque otro trabajo, pero qué trabajo para cuatro días de vida que tengo?”
Sobre su atelier su vida y sus obras
En la calle Amazonas una casa de balcón unas veces azuló otras veces negro, está el museo atelier del artista, que naciera el 1ro de enero de 1913 en esta ciudad, siendo el tercer hijo de cuatro hermanos; sus padres fueron Don Bernardo Guzmán, natural de Cerro de Pasco, y la huancaína Doña Ricardina Manzaneda Montes de Oca.
Mientras nos servimos un café cachalpo en esta casa por donde ha desfilado mucha gente, donde han tenido que yantar nuestros hermanos del campo, que vienen con sus pequeños productos para vender en la feria dominical; otras veces descansan turistas que vienen exclusivamente a saludar al pintor y a conocer con él nuestra sierra mojada y soleada; no escapamos de las recelosas miradas de las cotunchas que se encuentran entre girasoles y procesiones, de Cristos con todo el dolor en los ojos pero con toda la esperanza de los pueblos, sentimos más miradas entre la negrura de las paredes, de los ulpos que nos rodean, del fogón y ollas, de infinidad de objetos que se esconden unos tras de otros. En el interior más escondido de la casa se encuentra el “atelier”, una mesa sirve de “paleta”, no se ven las espátulas ni los pinceles, solo él lo sabe, sobre la mesa está un lienzo manchado de tamaño rectangular donde destacan tres cotunchas hilanderas con puchcas rosadas (algo oprimidas por el espacio); en el caballete destacan dos toros en proceso de manchado, que luego pasará al “empaste” siendo estudiado previamente el colorido; entre la ruma de cuadros destaca una pintura sobre Cerro de Pasco, también sobresalen Cristos con la presencia de San Juan y María, con las Dolorosas, con palomas (ángeles) y golondrinas.
Nos cuenta que desde cuando tenía 7 años frecuentaba el barrio de Yanama para ver las pandillas de huaylash que en ese entonces bailaban por familias, las pandillas de Cajas Chico, Huaylla, Yanama y Auquimarca, después todavía vinieron los de Huancán y otros pueblos, recuerda mucho a las familias Porras y Vilcahuaman.
Entre los años 25 y 34 alternaba el trabajo en las minas con viajes frecuentes a Lima. En 1934, estudia en la Escuela Nacional de Bellas Artes en la especialidad de Escultura, ese mismo año pinta un “Huaylarsh Wuanka” que fuera expuesto el año 1938 en el Salón de los Independientes, ganando un premio de mil soles oro. El cuadro se encuentra actualmente en Francia en una colección particular. Vuelve trabajar en las minas de Cerro de Pasco. Se reintegra dos años después a la Escuela de Bellas Artes, esta vez a la especialidad de pintura con los maestros José Sabogal y Julia Codesido.
Pinta sobre tela, madera (pueden ser puertas y ventanas viejas) sobre bastidores preparados con alfombras o cortezas revestidas de cal o sobre papel; primeramente, realiza el apunte (dibujo) central del tema a realizar, llenando con todos los elementos que refuercen el tema, luego procede al “manchado” con un pincel, para después darse el acabado con espátula en forma de “empaste” notándose gran dominio de todos los colores y soltura en los dibujos de las figuras que luego son reforzados con vigorosos trazos de colores oscuros para resaltarlos.
En su atelier danzan los colores en una temática variada: De Cristos con Dolorosas a interiores de conventos; de mujeres con flores, puchcas, mazorcas a huayapas con cruz; de paisajes cerrenos a molinos huancas; de porongos a toritos e iglesias. Café tras café ha pasado la noche; entre las botijas se filtra la luz, dejándonos una penumbra llena de recuerdos y tiempo; el artista se queda pensativo para decirnos con una nostalgia quo viene desde muy dentro de la tierra, “así va pasando la vida”.
Josué Sánchez
9 de abril de 1978